viernes, 17 de diciembre de 2010

Suerte


Carolina. Nunca me pregunté porque me pusieron ese nombre. Ca-ro-li-na. Con ese nombre me conocieron pero nunca me gustó que me llamen así. No es que diga que no me gusta porque no es "pucha que feo nombre tengo", pero es que el nombre, así, dicho todo junto me sabe extraño, así que prefiero que me llamen caro. Esas cuatro letras me da un poco de seguridad. Es bien difícil que yo esté diciendo ahora que tengo "seguridad" porque siempre ha faltado y creo que el decirlo es lo que precisamente me hace más vulnerable. No sabía como se sentía volver un poco a mis inicios en la escritura. En mis torpes inicios como blogger. Ayer tuve una tonta discusión con el ladrón de mi ex-corazón roto y a decir verdad fue la menos agradable en estas tres semanas (casi cierro el blog). Creo que no lo hize al final porque ví dos comentarios en mi facebook diciendo que no lo cierre o porque nunca supe como cerrar uno. Antes puse "chau blog" como estado (lo que sentí demasiado penoso). Era un poco hannah montana cuando rebela su identidad al mundo (aunque pueda sonar estúpido) me sentí así porque sentía que era el momento de decir basta, de decir adiós cuando sabes que ya no tienes más armas que usar. Miraba las cosas que escribía y no entendía como alguien que comenzó mal y subió ahora ya no tiene letras en la cabeza. Me siento como una naranja exprimida, sin ideas, sin inspiración de ninguna clase. Siento que ya no me conformo ni con la gota de conformismo que me regalaron la semana pasada, con nada de nada. Solo me tranquilizó un poco saber que tenía alguien de quién sostenerme. Hoy... hoy me regaló un sunset hermozo. Es obvio que él no lo hizo pero me dió la oportunidad de verlo. Así me olvidé de mi falta de creatividad por un rato. Veía colores parecidos jugar entre sí en el cielo como por unos siete minutos antes de mi hora de salir de la casa. La paleta de colores que se dibujaba me daba un poco de ganas de querer pintar y recordaba cuando me compraba mis colores de treinta y ocho para el colegio y para diciembre tenía los básicos (y dos azules repetidos). Ese sunset que aparentemente no tenía ninguna magia me recordó la suerte que tengo de estar aquí. No en esa casa (o talvez sí) pero en ese lugar para poder verlo. Siempre quise llevar conmigo una cámara profesional y poder retratar cada salida del sol y cuando el sol se despide o a la luna perfecta que parece estar muy cerca. Yo no soy la mejor cuidadora de cosas materiales (como es obvio malogré mi cámara normal unas cuatro veces) ahora mi cámara reposa desde hace más de medio año, inservible y sola en una esquina del segundo cajón de mi ropero. Es triste como se pasan los momentos y uno no puede retratarlos. Me encantaría retratar cada vez que nos reflejamos en los espejos (cuando nos damos cuenta que me llevas más de veinte centímetros). Me reí más al verme tan diferente a ti. Me gustaría poder salir a tomar fotos hasta a las hormigas y así satisfacer mis instinto de periodista principiante. Carolina, esta carolina a la que no le gusta que la llamen así, la que es así y no puede evitarlo. Hoy me odiaste y me amaste a la vez, soy como un chocolate blanco y negro juntos en un mismo empaque. Sin pensar en que no sabía nada que poner ahora puse todo. Quisiera retratar este momento solo por hacerlo. Solo por perder el tiempo. Pero sabemos que hay algo más poderoso que gastar 999 soles en una compra, esa es la memoria. Que suerte tengo.

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