miércoles, 16 de junio de 2010

Casualidad, coindencia, destino.

No es fácil describir lo que se puede sentir cuando una coincidencia así sucede.
ella, simplemente decidió que el viernes era un día sagrado y no le importó ausentarse de la clase de matemáticas, quería dormir y dormir seguidamente por muchas horas, simulando ser un topo en hibernación, pero lo único parecido a la hibernación para ella eran las cinco horas o menos que se podía permitir dormir cada día, claro, siempre después de terminar las también interminables tareas que la universidad le demandaba.

Él solo pensaba en llegar y jugar crazy combi, estaba tranquilo pues ya había terminado de hacer su maqueta de arquitectura, que tanto tiempo le había tomado, más que tiempo eran meses y se sentía demasiado aliviado de no tener que quedarse otro día más hasta tarde, la carrera de arquitectura demandaba demasiado esfuerzo, pero nada que no pudiera superarse, total ¿no era este día viernes? realmente no le importaba no hacer su tarea el viernes, tenía sábado en la mañana y domingo (que siempre es destinado para tareas de última hora).

Ninguno de los dos se imaginó ser testigo de una coincidencia tan sorprendente, solo caminaron hacia el destino, el famosamosamente llamado "puente primavera", siendo casi la 1 y 30 de la tarde, sin sol ni ilusiones, él y ella caminaron hacia el tunel blanco y subieron la empinada cuesta arriba, que luego les causaría dolor de piernas, los dos sin saberlo estaban totalmente desperados por llegar a sus respectivos hogares y hacer todo menos pensar en el día que tuvieron.

El subió la colina improvisada primero, llevaba puesta una polera marrón y unos pantalones un poco mas bajos en la cintura que lograban ver algunas cosas que ella no esperaba, sus piernas se movían al compas de los autos que por allí pasaban en sentido contrario a los de ella, y sus ojos no podían dar cuenta de que ella también iba al mismo lugar. Por fin, lograron los dos llegar al paradero donde tomarían el siguiente auto, serían dos de tres, pues les faltaba uno para terminar la ruta.

Como dos perfectos desconocidos que muestran atracción hacia el otro, comenzó el juego de miradas casuales, junto con el placer de sentir que podían solo ser ellos y no necesariamente tenían que hablarse para hacer notar que querían hacerlo, pero ninguno de los dos sabía que palabras utilizar en un momento como este, ¿que le podría decir él? ¿un hola? ¿un me das hora? pedir la hora era lo más clásico y quizás nisiquiera se le pasó por la mente hablarle, no quería parecer un psicópata desquiciado intentando algo con un chica que solo vió pasar un día cualquiera.
Varados esperando la salvación, que sería el próximo micro que los dejaría en un lugar no muy agraciado, lleno de basura pero efectivo para llegar a su destino con más facilidad que si tomaban las otras dos rutas, depronto llegó ante ellos un pequeño micro azul lleno de gente y con solo dos asientos libres, el subió sin saber que ella también lo tomaría, y por su parte ella dudó si subirse, pero se le hacía tarde y, además le pareció cómico sentarse al lado de él e iniciar el juego de las miradas que acabaría cuando los dos tengan que bajarse para tomar caminos separados.
Ella se puso sus audífonos y al ritmo de una canción de nevershoutnever abrió el libro que estaba leyendo ese día, "la semana siete mujeres" y mostró interés en él como para lograr que el chico al lado de ella la considerara algo interesante por ser una de las pocas que haya visto leyendo un libro por rutina y no por estudio. Ella lo observa con detenimiento, ignorandolo a él y logra su cometido, él observa la tapa y algunas palabras rondan por su cabeza,imaginándose quizás de que podría tratar el libro y recuerda en ese instante libros que lleyó en sus épocas pasadas de la juventud cuando solía leer más y no vivía imaginándose haciendo casas coloridas y modernas y ganando más dinero que siendo escritor. Pero ella le inspiraba confianza, una confianza extraña, sólo con unos cinco minutos de imaginar como sería conocerla ya sentía hacerlo y ella sentía lo mismo sin saber que el sentimiento era correspondido. Pronto llegó la hora del adiós sin palabras y ella guardó su libro, alistó su mochila beige, se arregló la chompa para evitar atorarse con las puertas del micro y dar una buena impresión y se paró en el reducido espacio que el ofrecía ese poco desarrollado medio de transporte urbano, en su mente ella se quejaba de lo vacías que eran las mentes de los peruanos y que si ella pudiera podría hacer que los peruanos viajen mejor hacia sus casas, más cómodos y mejor sentados.

Él con su maleta negra y su regla de arquitecto, se preparaba para descender y sin hablarse pensaba lo mismo que ella, en su retorcida mente de adolescente universitario. Bajaron y sin mirarse sonrieron por su parte, ¿coincidencia? el bajó primero para evitar mirarla y sonrojarse por lo divertido que había sido bajar en el mismo puente de fea apariencia, pero que con ellos dos presentes no se veía tan mal.

Una señora les pedía unas monedas con un gorro en la mano, ella pensó por un segundo en darle una propina, pero lo empinado del puente impidió que pudiera deterse y la hacía sentir estar en una montaña empinada de chosica bajando y bajando, imaginó caerse sobre él por lo rápido que iban sus pasos, pero afortunadamente el llegó al próximo paradero antes que ella, y cuando lo alcanzó casi ocurre lo pensado, pero se sostuvo de un poste muy cerca, al retroceder pudo notar que el rostro de él estaba muy cerca de su espalda y no pudo evitar sentirse nerviosa al sentir su respiración e imaginarse hablando a su lado, sin nerviosismos y tranquilidad. Él aseguraba que en ese momento sería la despedida, y que probablemente nunca más volvería a ver su rostro otra vez, su destino era huaylas, antes de llegar a toda la avenida planeaba bajarse a la esquina del grifo, pero lamentablemente ningún carro que mostrara llegar a esa avenida pasaba por ese lugar y los dos pusieron cara de preocupados, se dieron cuenta y voltearon a reir, los otros buses iban al mismo lugar, los cedros, así que sin pensarlo mucho se dieron cuenta que, una vez más los dos tomarían el mismo carro. Después de unos cinco minutos vieron el bus igual de pequeño que el anterior y no dudaron en subirse, tanta era la gracia que causaba una nueva coincidencia por parte de ellos que cuando el cobrador los separaba de las miradas, soltaban una risa sin sonido que expresa su sorpresa por lo que el destino les estaba jugando, ¿una broma? quizás sería más que eso si lo tomaban más enserio que lo que realmente era. Ella volvío a ponerse los audifonos y esta vez sonó la canción "loco extraño" de sandoval, que contaba una historia muy parecida a la que ella estaba viviendo en ese momento, pero si huviera contado la parte de las coincidecias quizás se tornaría mas interesante. De pronto después de haber pasado por la discoteca "bora-bora" y observar el primer grifo se dió cuenta que estaba muy cerca de su destino, miró con tristeza al individuo que causó en ella un sentimiento diferente y que sabía pronto dejaría de ver, así que debía verlo lo más posible para que su imagen se quedara grabada por más tiempo, unos segundos más, cuando tuviera que dejar su camino, cuando tuviera que desaparecer de ese lugar y dejarlo allí pensando en que quizá pudo ser pero el no-atrevimiento no hizo nada.
Él por su parte pensaba en que pasando el grifo, presisamente en la esquina, al bajar se sentiría aliviado por llegar a su casa, pero triste de dejar sentada a la muchacha que no conocía pero que raramente sentía conocer de siempre, su rostro cálido le recordaba que aún se podía ser feliz en la vida y la sonrisa que aún no veía se dibujaría en su rostro si alguna vez lograba verla, pero sabía que a menos que su vida sea una película no iba a ser posible. La sorpresa los llenó en el momento en él que ella pudo verlo a su lado caminando al mismo compás y dirigiéndose a la misma avenida, ella no podía evitar que su rostro se iluminara tanto y él no dejaba de mirarla, finalmente ella estacionó sus pasos en el edificio donde vivía y él la vió quedarse parada mientras cruzaba la reja que lo llevaría a su casa.