viernes, 29 de junio de 2012

The last one




Juré no escribir algo para ti porque me dije a mi misma que no merecías ninguna letra que pudiera pasar por mis dedos para luego ser plasmada en una pantalla. Juré que no volvería a lanzar agua de mis ojos y lo he cumplido, no porque todo lo que sentía por ti haya desaparecido, sino porque estoy en un estadio extraño, en el que soy  una planta inerte que no se atreve a pronunciar palabras cursis ni sentir nada por nadie. No, no te equivoques no es que ya no crea en nadie, porque siempre pensé que rendirse es la peor cobardía que puede existir, es solo que no existe ese alguien, not yet y no, tampoco estoy en busca de, solo estoy viviendo.

Aún recuerdo ese día en el que te negaste a ayudarme con mi trabajo de Introducción a los medios digitales, como olvidarlo, nadie podría. Me miraste como se mira a una persona que te llama la atención la primera vez que la conoces, pero no lo noté. Me arruinaste el día con tus comentarios egocéntricos pero fue una ruina agradable. Había algo en ti que odiaba pero no me había dado cuenta de lo positivo que eso significaba.

Llegaste en un momento en el que todos mis planes estaban desperdigados en el más allá, confusos e inciertos  y en el que pensaba que no había lugar en mí para el amor. Llegaste cuando no pensé que llegarías, estaba tan ciega que no  quise ver que eras tú. Antes ya había conocido a algunos especímenes poco importantes a los que había dado una importancia efímera en un pequeño lapso de tiempo, de los que había comentado mucho e imaginado en canciones y videoclips, con los que había fantaseado una vida perfecta y fotos de revista: todo el conjunto de la felicidad. Resulta raro: no te imaginé en videoclips, te mencioné una o dos veces sin emoción…como un comentario equis diciendo que eras “buena gente” o que “me caías bien, jamás pensé que nosotros dos nos veríamos siquiera “decentes” estando juntos en fotos.

Llegaste cuando aún odiaba decirle a alguien apodos ridículos como “amor” “bebé” y esas estupideces cursis. Y todas, todas esas pavadas las dije por ti y escuché las canciones más melosas del mundo por ti, me tragué a Sin Bandera y lloré con Glee pensando en que éramos una mala imitación de Rachel y Finn. Terminé llamándote cada día de mi vida, cada segundo del día, diciéndote “bebé” con una voz melosa e infantil que incluso a mí me resultaba avergonzante. Hice collagues que me tomaron horas en photoshop, hice stopmotions, edité fotos con mucho esmero, inventé canciones, bailé, te compré todos los discos de tu serie favorita para que los bailemos mientras comíamos pizza.

Fui tu mamá, tu mejor amiga, tu confidente digna, tu enamorada, fui el primer amor que tanto esperaste vivir. Nunca pensé que sentiría tantas cosas juntas por un tiempo tan prolongado por el gordito que un día me habló como si no le importara nada y al que nunca di importancia. Nunca pensé comerme todas las críticas: Que si eras muy alto, muy gordo, que no sabías jugar bien al básquet, todo me importaba poco porque lograbas hacer que me sintiera importante en el mundo, lograbas que mi vida tuviera un sentido, que me levantara con una sensación en el pecho, esa que solo se siente cuando amas genuinamente a alguien.

Era obvio que esto iba a acabar así. Era obvio que cada uno iba a ir por su lado. Era obvio que íbamos a odiarnos, que íbamos a aborrecernos, que yo a ser la última en rendirse. No era obvio que te ibas a enamorar de una “amiga” mía, pero eso es algo que, en este momento, estoy aprendiendo a aceptar con tranquilidad. Era obvio que esto tenía que ser así, porque las verdaderas historias de amor, como en Romeo y Julieta deben terminar fatalmente, de lo contrario, no sería una digna historia de amor. Y la nuestra, lo fue, fue una genuina historia que merece ser recordada.
Aún puedo ver tus ojos pequeños y negros mirándome con ternura. Aún puedo escuchar aquella voz gruesa hablándome, aquella que solo podía volverse dulce por mí. Todo pedazo de recuerdo me resulta tan lejano, como cuando estás en una carretera y ves un letrero que se aleja y se aleja más y sabes que mientras más lejos esté menos podrás verlo aunque sabes que en algún momento estuvo ahí y que existe.

Me olvidaste. Me olvidaste porque tenías tanto amor que explotó en algún momento y no pudiste más con aquello. Me olvidaste porque quizás debías conocer a otra persona que te ayude a querer más bonito. Me olvidaste porque te cansaste de mi explosiva y conflictiva personalidad. Intento olvidarte porque no hay nada que duela más que intentar pensar que vas a volver cuando sé que no los vas a hacer nunca, porque es obvio que puedo vivir sin ti pero aún no se si sea una vida mejor o peor. Intento olvidarte porque sé que me espera algo a lo lejos, en un futuro, alguna sonrisa, canciones y  una taza de té.

Acabaré escribiendo sentada en una mesa con una laptop y una taza de café, mis lentes con marco negro, siempre necesarios por mi miopía. Acabaré quizás con un chico bohemio que ame las canciones rebuscadas y con quién pueda filosofar, hablar de historia, poesía y libros para pasar el rato. Quizás iremos a algún concierto o yo iré a verlo a él. Quizás conozca a alguien normal, que guste de actividades normales y rutinarias. Quizá sea alguien loco que guste de vivir la vida al límite. Quizás solo sea alguien que cumpla mi deseo de hacer un picnic y cantar al son de una guitarra acústica.

Te veo caminando a lo lejos y despidiéndote de mí como en los casos de Coldcase cuando al final resuelven el misterio y el fantasma se va, agradecido. Te veo dándome gracias por tantas cosas que te enseñe. Y ahora yo debo darte gracias por todo aquello que me diste, por mostrarme que las cosas bellas no duran para siempre, por hacerme ver que no debo cometer el mismo error dos veces, por taladrarme el corazón, por enseñarme que no eras eterno. Finalmente, aprendí de ti que los hombres no son iguales con todas las mujeres, que alguien que es muy frío puede tener detalles increíbles con otra persona porque le nace hacerlo, que no hay culpables, solo circunstancias, que cuando alguien no te quiere no es tu culpa… es porque así debía ser.

Mi corazón está hueco, tus cartas hoy no dicen nada y el veintitrés tampoco. Pronto tendrás un número nuevo al cual venerar, canciones que cantar por ella y yo seré un recuerdo en tu cajón lleno de tarjetas con frases bonitas, será la chica que dibujó cosas distintas a tu alrededor, la que despertó tu corazón y te hizo amar por más de 365 días, será ella, aquella que fue tu todo y que hoy no es nada. Recuérdame con una sonrisa, que yo lo haré con una canción feliz, aunque todo haya terminado con una tormenta.