viernes, 12 de noviembre de 2010

Ron y más anís...

Para continuar esta tontería nocturna, me gustaría decir que no me atreví... pero la dura verdad es que sí. Esa noche, desde que entré a la casa me decía que no sería una común. Escuchaba "porque brillamos" de bacilos en mis oídos aunque no estaba en el reproductor musical de la computadora de allí, aún así esa noche tenía mucho de esa canción y si alguien que estuvo allí y vió lo que no quería que vean, la escucha estoy segura de que sabe muy bien a que me refiero. Estaba yo ahí indefensa y a la vez tan decidida. Había otra persona que por momentos sentía lo mismo mientras me miraba, pero creía que no había suficiente oscuridad. A la noche se le entojó darnos ganas de más. A veces se iban como presintiendo que enserio tenían la razón con sus chongos de toda la vida. Yo no quería darles la razón pero al final no tuve más fuerza de voluntad que hacer lo que mi sentimiento me decía. Ahí o por lo menos unos días después, es que me dí cuenta que no todas las personas se dejan llevar por el sentimiento. Presisamente no esa persona. Pero se supone que hasta ahora no se ha invetado el reloj que pueda parar o retroceder el tiempo. No podemos cambiar nada de lo que hacemos. Es por eso que siempre debemos pensar antes de actuar. Pasaron unas pequeñas horas... y me seguía mirando, estaba tan cerca y yo no hacía más que intentar disimular tontamente frente a todos los demás, pero ellos sabían lo que estaba pasando. Ellos lo sabían todo. Al final parece que aunque intentara desafiarme a mi misma, no iba a lograrlo. Todo estaba escrito en una piedra hace muchos años y así me hubiera dado la vuelta, me hubiera ido o no, esto iba a pasar en algún momento. Si estuviera leyendo esto pensaría que me lo tomé muy enserio, todo fluye... eso es lo que piensan todos ahora, pero yo soy una persona que se toma un poco las cosas más enserio. Esa noche me dieron ganas de cambiar mi forma de pensar, pero sabía tristemente (porque me hubiera gustado más ignorar) que hay cosas que ahora no duran más de un sábado y cuatro paredes, alguien debió de haberme avisado. Quizás sus ojos no me lo decían, me imaginaba algo más allá de todo lo que podía permitirme. Pero solo era, para ellos ron y más anís. Mis lágrimas en un lavatorio y el deseo de que todo se me volviera aunque sea por esta vez, realidad.

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